“El poder de la educación como herramienta para alcanzar la paz” - Dr. William Soto Santiago

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Embajador Mundial por la Paz

Presidente Ejecutivo de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz

Mi cordial saludo a los miembros del presidio, al Dr. alcalde de Riohacha Rafael Ceballos, a las autoridades académicas, judiciales, políticas y demás autoridades presentes. A los miembros de las etnias, a los miembros de la prensa, a todos los activistas por la paz y a las damas mis felicitaciones en el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, recordando que la mujer es la reina y el hombre es el rey y la paz tiene que comenzar por el hogar; porque son los padres los que tienen la cultura de paz para sus niños, para que haya paz en el hogar; y si la enseñanza llega al corazón de los niños, habrá paz en el hogar y se va a reflejar en la escuela y luego en los trabajos cuando ya son profesionales, y por ende en toda la comunidad.

La mujer es lo más importante para el hombre, es que fue dada para ser su ayuda idónea y reproducirse en más seres humanos, a la imagen y semejanza de los padres; porque en los niños, ellos son los que reflejan a los padres fuera del hogar.

Por eso es importante formarle una buena imagen. Una buena imagen viene con la buena enseñanza de paz, para que así sean también embajadores por la paz fuera del hogar también. Mi cordial saludo a todas personas presentes.

“El poder de la educación como herramienta para alcanzar la paz”

Tres son los temas principales que trataré en la conferencia de hoy:

  1. La importancia de la educación como herramienta para alcanzar la paz.
  2. El poder de la educación.
  3. Cómo educar para la paz.

1- “La importancia de la educación como herramienta para alcanzar la paz”.

Al educar podemos sembrar en el corazón de las personas, valores y principios que luego proyectarán a través de sus acciones; por esa razón, debemos cuidar todo lo que sembramos en nuestros corazones, para que esa semilla dé buen fruto, porque el mensaje que se siembra en el corazón pasa a la mente; y como bien concluye la UNESCO: las guerras nacen en la mente de los hombres, y es en la mente de los hombres de donde deben erigirse los baluartes de la paz.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la educación es el punto de partida para la construcción de la paz y para el fomento de los principios de dignidad, igualdad, libertad y respeto mutuo entre todos los miembros de la familia humana.

Así lo establece el artículo 26.2, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Artículo 26, numeral 2: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz”.

De conformidad con el artículo 2 o segundo, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, conocida como Pacto de San José, “Los Estados tienen la obligación de formular políticas públicas, planes, programas o proyectos dirigidos a proteger los Derechos Humanos y a evitar toda forma de discriminación”.

De igual manera, lo consagra la Declaración de Viena, adoptada por la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, del 25 de junio de 1993, el numeral 1, párrafo 3: “Los Derechos Humanos y la libertades fundamentales son un patrimonio innato de todos los seres humanos; su promoción y protección es responsabilidad primordial de los gobiernos”.

En la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia celebrada en Durban, Sudáfrica del 31 de agosto al 8 de septiembre de 2001, en las medidas de prevención, educación y protección destinados a erradicar el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia en los ámbitos nacional, regional e internacional, numeral 95. Se consagró por parte de la Organización de Naciones Unidas lo siguiente:

“Reconocemos que la educación a todos los niveles y a todas las edades, inclusive dentro de la familia, en especial la educación en materia de derechos humanos, es la clave para modificar las actitudes y los comportamientos basados en el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia y para promover la tolerancia y el respeto de la diversidad en las sociedades. Afirmamos además que una educación de este tipo es un factor determinante en la promoción, difusión y protección de los valores democráticos de justicia y equidad, que son fundamentales para prevenir y combatir el avance del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia”.

2- “El poder de la educación”.

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Esta frase de Nelson Mandela, expresa la importancia de la educación en el proceso de aprendizaje de los seres humanos y por ende en la formación de sus ideas y pensamientos, que luego se ven reflejados en sus acciones, las cuales impactan la forma de vida de la sociedad y consecuentemente en la forma de ser del mundo.

La historia evidencia que la educación como simple transferencia de conocimientos es, además de deficiente, ineficaz para lograr una cultura de paz y de respeto de los derechos humanos. Hemos visto en muchos casos crímenes contra la Humanidad y genocidios perpetrados por líderes académicamente muy bien preparados. La historia muestra destacados profesionales llevando a cabo actos de discriminación, intolerancia y violencia contra diferentes grupos minoritarios conformados por personas consideradas “diferentes”. Y constantemente las noticias del mundo muestran a jóvenes formados en las mejores universidades y en los más importantes centros de estudio, involucrados en hechos vandálicos producto del odio, la discriminación y la intolerancia.

Uno de los ejemplos de cómo se ha utilizado la educación con perversos propósitos, es el Holocausto. Hitler utilizó la educación como herramienta de adoctrinamiento ideológico acerca de una supuesta superioridad racial, para sembrar el odio, para formar una generación violenta, intolerante, insensible y desigual. La educación impartida formó personas capaces de cometer los peores crímenes, producto de la insensibilidad y la falta de respeto por la vida.

Hitler educó para la guerra. La idolatría al Führer condujo al pueblo a la obediencia ciega; por ello, pocos cuestionaron la orden de exterminio de un pueblo indefenso. Al contrario, la acataron sin dubitación alguna. Si bien Hitler sembró el odio en el corazón de sus seguidores, lo que a la postre condujo a las atrocidades genocidas, nosotros también podemos educar para la paz, sembrar la semilla de amor por la vida a partir del respeto por la dignidad humana. Nosotros también podemos educar sobre la base del respeto por las diferencias.

Con una educación fundamentada en valores éticos y principios constitucionales, podemos formar personas que convivan armónica y pacíficamente, en medio de las diferencias ideológicas, políticas, económicas, religiosas y culturales. Y depende de cada uno de nosotros tomar esa herramienta tan poderosa como la educación, para promover la paz de la familia humana.

La educación debe ser un proceso continuo de crecimiento para la superación integral del ser humano. La educación debe tener como objetivo formar personas integrales, que con su diario trasegar contribuyan a la construcción de una cultura de paz en la sociedad y en el mundo.

En la educación está la semilla del bien y del mal: Se educa para paz o para guerra, para el bien o para el mal.

Todo lo anteriormente expuesto nos muestra, que para formar personas más humanas que contribuyan a la construcción de la paz, se precisa de un nuevo sistema en la educación: La educación del siglo XXI para la paz del ser humano integral y de las naciones.

3- “Cómo se educa para la paz”.

La educación para la paz requiere de cuatro actores principales: la persona, los padres de familia, los gobernantes y los profesores.

Primeramente tiene que existir el deseo en el individuo, de educarse para ser una persona de paz. Los padres son los que forjan la conciencia y los valores desde la cuna; son ellos quienes le enseñan a hablar a su hijo.

Recordamos cuando hemos enseñado a nuestros hijos a hablar, cuando no saben hablar y esos días el padre y la madre se esforzaron en que lo que primero que dijera fuera papá; y la mamá en que dijera mamá.

Y así comienza el niño a recibir la enseñanza en una forma sencilla, mamá, papá, por ejemplo de los padres viendo cómo pronunciaban y cómo movían los labios el niño comenzó a aprender, por medio de esa educación en forma sencilla.

Son los maestros primeros del ser humano, quienes educan con su ejemplo. Además de los padres, tiene que existir en los gobernantes de la nación la voluntad para crear las condiciones de una educación valorada que supere la transmisión de conocimientos, para crear conciencia y cultura de paz; pues son los gobernantes y legisladores quienes implementan las leyes y regulan la vida de toda una nación.

Por otra parte, el profesor juega un papel fundamental, ya que es el sembrador de la semilla y como tal un forjador de conciencias.

Existe un mecanismo, un programa que hay que seguir para poder obtener la paz y en ese proceso el ser humano es el eje y actor principal. El ser humano es alma, espíritu y cuerpo; y cuando hablo de alma me refiero al corazón del ser humano, donde sembrada esa semilla del bien o del mal, donde se depositan las raíces de amargura o de felicidad, donde son colocadas las cosas positivas o negativas que luego se verán reflejadas en las acciones.

Hasta ahora el ser humano en la sociedad a través de los sentidos de cuerpo, ha estado expuesto a mensajes y estímulos negativos y por medio de los canales del espíritu como la imaginación, el afecto, la razón, la memoria y la conciencia, ha interiorizado una serie de antivalores.

Es en el corazón donde la persona tiene la libertad de elección, con base a toda esa enseñanza recibida. El ser humano tiene libre albedrío, libertad para escoger lo que va asumir como sus creencias y sus valores y para proyectarlos a través de las acciones. En el ser humano la expresión de su personalidad y de su forma de ser, comienza de adentro hacia afuera.

Y si colocamos a través de dos diferentes medios, una enseñanza negativa en el interior del ser humano, esos antivalores y creencias negativas se van a exteriorizar; y como esos antivalores se transforman en acciones, no podemos ver algo distinto a personas intolerantes, conflictivas, sin respeto por el prójimo, ni amor por la vida.

Si se educa para la guerra, también podemos educar para la paz. A nuestros niños y jóvenes, debemos brindarle una enseñanza integral en todos los campos, para forma mediadores de paz, que se conviertan en agentes multiplicadores del respeto por las diferentes formas de pensar.

La educación está llamada a progresar de acuerdo a las necesidades del siglo XXI; por ello es necesario la formación en la defensa de los Derechos Humanos y la promoción de los valores universales y principios constitucionales.

En las personas está la capacidad de tener las acciones más nobles con el prójimo, pero también la capacidad de cometer las peores barbaries. Y nos preguntamos: ¿Qué factores provocan estas irracionales tan negativas en el ser humano? La respuesta es compleja, pero hay algo que sí tenemos claro: el actuar del ser humano es el producto de lo que ha escuchado, ha visto y ha leído, es decir, de lo que ha aprendido a través de sus sentidos y ha llevado hasta su corazón.

La educación no debe ir dirigida exclusivamente a la razón; debe también apelar al corazón de cada individuo, donde se fortalecen todos los valores y principios éticos y morales que una vez interiorizados, son exteriorizados por cada persona en su entorno, al relacionarse con sus semejantes.

Por tanto, la Educación con valores es uno de los instrumentos claves para evitar que le genocidio se repita. Se puede educar para la guerra o para la paz; y actualmente los centros de estudios tienen la responsabilidad mucho más grande, ya que están educando a una generación que vive en una sociedad globalizada, con grandes avances científicos y tecnológicos y con armas de destrucción masiva.

Por lo tanto, es fundamental que los niños y jóvenes reciban una enseñanza basada en el respeto al prójimo y el amor por la vida, para que tomen conciencia de que todos los seres humanos, nacen libres e iguales en dignidad y derechos.

La paz no es una utopía. La paz es más que un anhelo: es una necesidad. La paz es un derecho inalienable para todo ser humano.

En este siglo XXI, los pedagogos deben enseñar el modelo educativo a seguir, un modelo que además de ayudar a formar adecuadamente de los ciudadanos en habilidades y competencias, los haga más humanos, más sensibles y considerados con sus semejantes y les eduque para la paz; porque es mejor educar para prevenir, que juzgar para castigar.

Conclusiones:

  1. La educación en valores y respeto de los Derechos humanos a todos los niveles y para todas las personas de todas las edades, es la clave para modificar actitudes y comportamientos basados en el racismo, la discriminación racial, la xenofobia, y las formas conexas de intolerancia y para promover el respeto de la diversidad en las sociedades.
  2. La educación, debe ser un proceso continuo de crecimiento, para la superación integral del ser humano; la educación, debe tener como objetivo formar personas integrales, que en su diario vivir contribuyan a la construcción de una cultura de paz en la sociedad y del mundo.
  3. El actuar del hombre es producto de lo que ha escuchado, ha visto y ha leído. Es decir, de lo que ha aprendido a través de sus sentidos y ha llevado a su corazón.
  4. La educación no debe ir dirigida exclusivamente a la razón, debe también apelar al corazón de cada individuo, donde se fortalecen todos los valores y principios éticos y morales, que una vez interiorizados, son exteriorizados por cada persona en su entorno al relacionarse con sus semejantes.
  5. La mejor herramienta para prevenir el genocidio es la educación, la educación fundada en el respeto de la dignidad humana, en el respeto al otro. Es mejor educar para prevenir, que juzgar para castigar.

Muchas gracias.

 

 

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Fecha: 
access_time Mar, 11/25/2014 - 00:00