Entrega de reconocimiento en la Universidad Anglomexicana

Entrega de reconocimiento en la Universidad Anglomexicana

 Entrega de reconocimiento en la Universidad Anglomexicana

La preocupación por convivir pacíficamente y en armonía ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad.

En aras de esa convivencia pacífica, en los siglos XX y XI fueron creadas diversas instituciones y organismos internacionales destinados a  promover la paz entre las naciones, como la Organización de las Naciones Unidas.

También se han llevado a cabo diferentes convenciones  internacionales como la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, la Convención sobre los Derechos del Niño, y la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, entre muchas otras.

Por otra parte, con el fin de mitigar los estragos de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial,  en  diversos   países  se  establecieron  leyes y normas constitucionales para promover y garantizar internamente el entendimiento y el respeto entre sus habitantes, y entre gobernantes y ciudadanos.

Con este propósito se formuló la dogmática de los Derechos Humanos Universales, los cuales fueron adoptados por la mayoría de los países alrededor del mundo.

Si bien todas estas acciones nacionales y convenciones internacionales  han constituido un importante avance en la estrategia de promoción y protección de los Derechos Humanos, generando trascendentales cambios en las diferentes sociedades y ayudando a prevenir y sancionar genocidios, crímenes de lesa humanidad, masacres y crímenes de guerra, vemos con preocupación que aún falta mucho trabajo por realizar en este campo, pues el ser humano es el único que persigue a los de su misma especie llegando al extremo del exterminio en masa.

Basta ojear las páginas de la historia para convencernos que los horrores de la Segunda Guerra Mundial —producto del odio, la discriminación y la intolerancia—, se pueden repetir. Por ello debemos articular esfuerzos para promover, difundir y educar de manera efectiva a las actuales y futuras generaciones, sobre la importancia de escuchar y respetar al otro, sobre los derechos y libertades fundamentales con las que nacen todos los individuos, sobre la forma de materializar el respeto a la dignidad humana, la igualdad, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la sensibilidad por el prójimo, como pilares fundamentales para alcanzar la paz de la familia humana.

En el preámbulo de la Carta de los Derechos Humanos se advierte que el desconocimiento y el menosprecio de los mismos, han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, como seres dignos únicos e irrepetibles, emancipados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de expresión y de la libertad de creencias.

Como lo expresa este texto universal, la aspiración más elevada del ser humano —sin importar su condición social— es poder convivir en un mundo sin temor, donde las personas puedan gozar de igualdad, seguridad, justicia y respeto por la identidad, sin importar su cultura, nacionalidad, origen, o su inclinación política y religiosa.

La paz no es una utopía. La paz es más que un anhelo: es una necesidad. La paz es un derecho inalienable para todo ser humano.

Cuando hay conflictos, guerras, violencia: el dinero pierde su valor, los bienes materiales se deprecian; el éxito laboral y el conocimiento intelectual dejan de ser trascendentales en la vida de una persona cuya preocupación principal es la supervivencia en un mundo convulsionado por la violencia. De ahí que todos necesitamos tener la tranquilidad de una convivencia pacífica, armónica y segura, sin importar el lugar de origen, la condición socioeconómica, el grado académico o el país donde la persona viva.

Como Embajada de Activistas por la Paz trabajamos con el objetivo de promover la paz a nivel mundial, de manera integral, en individuos y naciones, fortaleciendo los principios de amor por la vida y respeto por la dignidad humana, tolerancia, igualdad, justicia, libertad, fraternidad, ayuda mutua; y fomentando la resolución pacífica de conflictos.

Estamos conscientes de que la PAZ es un derecho y una condición esencial para la vida del ser humano; reconocemos, además, que la PAZ es fruto de la justicia, y se debe trabajar por ella. Por eso en la Embajada de activistas por la Paz trabajamos en diferentes campos, pero en especial centramos nuestros esfuerzos en la enseñanza y defensa de los Derechos Humanos en el ámbito educativo, pues sabemos que la educación es el arma más poderosa para transformar mentalidades.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la educación es el punto de partida para la construcción de la paz y el fomento de los principios de dignidad, igualdad, libertad y respeto mutuo entre todos los miembros de la familia humana. Así lo establece el Artículo 26.2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

“2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana, y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz”.

Uno de los proyectos que actualmente desarrolla la Embajada es “Huellas para no olvidar”, el cual fue creado con el objetivo de mantener vivo el testimonio de los sobrevivientes del Holocausto, y dar a conocer las lecciones universales que dejó esa expresión de la barbarie humana que  dividió la historia de la humanidad en un antes y un después.

Creemos que olvidar el Holocausto no sólo es un atentado contra el derecho a la verdad, una desfiguración y amnesia de la historia, sino que además nos aboca a la probabilidad de una nueva comisión de este crimen olvidado.

Un sólo día no es suficiente para recordar a los sobrevivientes de los diferentes genocidios. Hay que establecer actividades y escenarios que nos permitan reflexionar día a día sobre las lecciones de este crimen internacional.

Durante muchos años, erradamente se ha pensado y se ha difundido la idea de que el Holocausto fue un crimen contra el pueblo judío. El Holocausto en realidad fue un crimen contra la familia humana. Este hecho tan atroz dejó enseñanzas universales que debemos enseñar en las escuelas y universidades, como una eficaz herramienta para prevenir y evitar la futura comisión de actos genocidas de esa naturaleza, que desbordan la maldad, el odio y la intolerancia que puede expresar el ser humano contra sus semejantes.

Testigos de Jehová, judíos, gitanos, homosexuales, disidentes políticos, discapacitados mentales, fueron considerados “no puros” por el régimen nazi. Lo que movió a Hitler y a su ejército fue una ideología racista fundamentada en la idea de una presunta jerarquía de la “raza aria” frente a las otras consideradas “inferiores” o “parásitas”, cuya existencia amenazaba la pureza de la raza aria, y así justificaban el exterminio; una ideología que los nazis implantaron desde las escuelas.

Hitler llegó a la deshumanización del hombre; por esa causa el Holocausto es considerado como un genocidio sin precedentes en la humanidad,  donde el objetivo primario para el exterminio de un pueblo no era económico, social, o político.

En la Resolución 60/7 del 1° de noviembre de 2005, la Organización de las Naciones Unidas “insta a los Estados miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las generaciones futuras la enseñanza del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro”. Y en la Resolución 61/255 del 26 de enero de 2007 “se rechazan las tentativas de negar el Holocausto, que, al ignorar el carácter histórico de esos terribles sucesos, aumentan el riesgo de que se repitan.”

En acatamiento a esta Resolución de la ONU, la Embajada de Activistas por la Paz tiene como propósito enseñar “El Holocausto, paradigma del genocidio” en escuelas y universidades, tomando la historia del Holocausto como un referente necesario para profundizar en la enseñanza sobre cómo prevenir otro genocidio en la humanidad, reflexionar sobre la importancia de una educación centrada en valores y principios constitucionales, y en ética; que permita al estudiante tomar acciones en defensa de los Derechos Humanos frente a manifestaciones de violencia, injusticia o intolerancia que amenacen tanto su entorno como las otras culturas, pueblos o naciones.

Con este fin, la Embajada lleva a cabo foros en diferentes universidades de América Latina con el tema “Educando para No Olvidar - El Holocausto, paradigma del genocidio”, y promueve la expedición de una ley para incluir “El Holocausto, paradigma del genocidio,” como materia de estudio en el sistema educativo de los diferentes países latinoamericanos.

El Holocausto como paradigma del genocidio, fue el resultado de la educación con base en el antisemitismo; es fruto del odio, de la discriminación y de la intolerancia. El genocidio fue el fracaso mayor de la educación global en universidades, escuelas y colegios, y el producto de la insensibilidad e irracionalidad política.

El profesor es el sembrador de la semilla. Por eso Hitler utilizó a los maestros y a los medios disponibles para difundir su ideología extremista.

Hay que corregir el mal en la semilla. ¿Y cómo corregir el mal? Evitando que esa semilla de odio y de discriminación se propague y germine; y esa es una responsabilidad de las universidades y los profesores como formadores de conciencias.

El Holocausto es un hecho del pasado pero tiene enseñanzas vivas para las presentes y futuras generaciones; hechos que aunque  hayan acontecido en otro continente, permitirán al estudiante aprender sobre las consecuencias de la intolerancia, el odio, la discriminación, los prejuicios, los estereotipos, la falta de respeto por la vida y la dignidad humana; y les ayudará a identificar las señales de alarma frente al surgimiento de gobiernos, grupos o personas extremistas que puedan desencadenar un nuevo crimen internacional, bien sea un genocidio, un crimen de lesa humanidad, un crimen de guerra o un crimen de agresión.

Para la Directora General de la Unesco, Irina Bokova: “La historia del genocidio perpetrado durante la Segunda Guerra Mundial no pertenece solamente al pasado. Es una historia viva, que nos concierne a todos, cualesquiera que sean nuestras distintas procedencias, culturas o religiones. Después del Holocausto se han producido otros genocidios en varios continentes. ¿Cómo extraer mejores enseñanzas del pasado?”

Una de las más fuertes enseñanzas del Holocausto es que la Educación como simple transferencia de conocimiento es insuficiente, y que se precisa de la formación en Derechos Humanos, valores y principios constitucionales.

Se puede educar para la paz o para la guerra; y actualmente los docentes tienen una responsabilidad mucho más grande, ya que están educando a una generación que vive en medio de grandes avances científicos y tecnológicos, con armas de destrucción masiva. Por lo tanto, es fundamental que reciban una enseñanza fundamentada en el respeto al prójimo y el amor por la vida; y para ello hay que tener conciencia de que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos.

La crisis en la que vive la humanidad se debe precisamente a la falta de práctica de valores, cuya característica de universalidad permite tener en ellos un mecanismo para trasformar mentalidades y, por ende, sociedades.

En ese sentido los centros de estudio cumplen un rol fundamental, pues como agentes que inculcan estos valores y promueven la socialización de los mismos, se convierten en un espacio donde se puede generar el cambio que tanto anhelamos pero que aún permanece como una utopía.

Es en los centros académicos donde se generará la transformación de una sociedad discriminadora, excluyente, intolerante e insensible, por una sociedad inclusiva, donde se respeten las diferencias de manera igualitaria y justa, donde se promueva, se enseñe y se practique la defensa de los derechos fundamentales del ser humano.

En nuestras manos está una herramienta fundamental para la prevención del genocidio como crimen de lesa humanidad: la Educación centrada en valores humanos, en principios constitucionales; la Educación basada en el respeto a las diferencias y a la autonomía de los pueblos; donde la diversidad cultural y religiosa, así como la confrontación de intereses disímiles, nos permita abrigar la esperanza de una convivencia armónica y pacífica.

Razón le asistió a Nelson Mandela cuando afirmó:

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar al mundo.”

 

Muchas gracias.

Dr. William Soto Santiago

Embajador Mundial

Embajada Mundial de Activistas por la Paz