“Aportes transformadores en la Educación para la Paz, vistos desde lo rural” - Dr. Jorge Orlando Gaitán Arciniegas

Dr. Jorge Orlando Gaitán Arciniegas

Rector de la Universidad Agraria
COLOMBIA

 

Muy buenos días, ante todo mis agradecimientos a la Embajada Mundial de Activistas por la Paz, por esta invitación que aprecio sobremanera; pero ante todo, muchísimas gracias a ustedes por tener la paciencia y por darme el honor de escuchar.

Los niños no nacen odiando, a los niños hay que enseñarles a odiar; por lo mismo, es posible a los niños enseñarles a amar y es posible enseñarles a hacer la paz. Este es un principio fundamental para decir que la Educación es tal vez el mayor instrumento que existe en relación con la formación para la paz.

Yo vengo de un país en guerra, 50 años. Hemos pasado por todas las etapas que ustedes se pueda imaginar en el proceso, tanto de la guerra como de la solución de conflictos; vengo de un país partido políticamente en dos: unos, amigos de la guerra, y otros no tan amigos - y otros muy amigos de la paz; una controversia nacional muy difícil de eliminar. Porque es que el tema de la paz esconde unos intereses económicos brutales, supremamente altos. Es muy difícil hacer la paz. Es más fácil hacer la guerra. Se dice que una sola persona puede hacer la guerra y se requieren al mínimo dos para hacer la paz. Como eso es así, como hay tantos intereses de por medio, entonces el tema de hacer la paz es un tema complejo.

Yo esta mañana he estado escuchando a todos los colegas que han hablado, y realmente me sorprende las coincidencias, pareciera que todos nos hubiéramos sentado a escribir el mismo discurso y a decir las mismas cosas. Lo que está señalando es que el problema es común y que a todos nos está tocando; lo que pasa es que nos está tocando en diferentes momentos.

El problema que hoy tienen los países que no han entrado todavía en guerra, es cómo hacemos para prevenir la guerra y prevenir que se ataque la paz; o cómo vamos a hacer en aquellos países que ya entraron en guerra, para reconstruir el armisticio, iniciar la paz; y sobre todo, qué van a hacer aquellos países que después de haber firmado los armisticios tienen de por delante el tema del posconflicto. Y aquí hay tres instantes donde la educación tiene que mostrar todo su poder.

El tema de la paz, como es un proceso, tiene que ver con lo educativo desde el nacimiento hasta la muerte; de manera que es un problema que afecta fundamentalmente la educación en los hogares, seguida de la Educación Primaria, Secundaria y la universitaria.

De manera que es un continuo que culmina con la educación universitaria, de pregrado y de posgrado. Es una educación para toda la vida. Lo que señala que el proceso de paz es un proceso de largo aliento, para el cual hay que tener paciencia. Es largo y es costoso. Hay que invertir recursos para la paz. Los países que tienen paz son los que más invierten en paz, mucho más que los países que están en guerra. ¡Es que es facilísimo hacer la guerra! Lo difícil es hacer la paz.

Entendido esto, yo tengo que decir, mire, yo vengo de una universidad colombiana que fundamos hace 32 años con un objetivo claro hacia el desarrollo rural; pero antes fui director nacional del Servicio de Extensión Agrícola de Colombia, dirigido a objetivos…, el programa de extensión dirigido a objetivos EDO, que tuvo una cobertura sobre 209.000 familias, más o menos un millón de agricultores, comprendida el agricultor y sus integrantes familiares; un proyecto en que se invertían diez millones de dólares cada año, en tema de extensión agrícola; un proyecto monitoreado con inversión israelí muy fuerte, con una metodología israelí que se desarrolló a raíz del Banco Mundial en un proyecto que se llamaba Training and Visits. Yo fui el director nacional de eso.

Tuve bajo mi mando 1.500 extensionistas a lo largo y ancho de todo Colombia, 200.000 agricultores, todos los cultivos, todos los climas, etc. Soy rector de la Universidad Agraria hace 8 años, tenemos ya 12 - 13.000 egresados que de alguna manera han escuchado mi discurso. Y entonces me pregunto: ¿Por qué, si eso es así, por qué no estoy satisfecho con lo que he hecho en mi vida?, ¿y por qué, al hacer el balance, encuentro que la contribución a la paz ha sido muy escasa?

Yo no sé si haber tenido esta experiencia universitaria y haber sido rector y todo lo que les acabo de decir, me haga un experto en paz... yo no sé; posiblemente no; otros dirán que sí. Lo único cierto es que si lo que hemos hecho en estos 50 años, en un país en guerra, no ha llevado a la paz, ¡no podemos insistir en los mismos medios para tratar de conseguirla! De alguna manera nos hemos equivocado. Si nosotros seguimos con las mismas herramientas, no vamos a conseguir la paz definitiva.

Entonces, si eso es así, tenemos que agachar todos la cabeza y pensar que hay que reflexionar más profundamente qué es lo que lleva a la paz.

He oído mil definiciones hoy, todas son maravillosas. Cuando yo vine hace un día aquí a… ayer llegué aquí a Honduras, venía con la instrucción casi que de presentarles un modelo de carácter didáctico pedagógico, que Uniagraria viene desarrollando en niños rurales en Colombia: 40.000 niños en más de 180 colegios, y trabajando hace 12 o 15 años, donde los hemos formado en técnicas de agroindustria, biotecnología, hasta procesos de – formas alternativas de resolución de conflictos y demás cosas; pero yo dije: no, yo no puedo perder esta oportunidad tan maravillosa que me da de escuchar a los colegas, para dedicarme exclusivamente a lo pedagógico o a lo didáctico. ¡No puedo! Yo creo que sí puedo aportar ahorita en el almuerzo, me dicen que puedo hablar de pronto del sistema de sembrar paz, y lo voy a hacer con mucho gusto si quieren, pero esta oportunidad me permite a mí es decirle la necesidad que tiene imperiosamente el mundo, de trabajar desde lo educativo para la paz, desde lo educativo; y lo educativo va directamente con la formación de seres humanos, y con la formación en la aplicación social del conocimiento; de la riqueza se genera el conocimiento.

De manera que si las universidades quieren trabajar por la paz, tienen que trabajar desde lo educativo; no se pueden contentar con un cursito o con un seminario, o como nosotros que llevamos 12 años con el sistema de sembrar paz. Tenemos que pensar es qué vamos a hacer desde la educación misma, desde el proyecto educativo institucional; tenemos que transformar es la estructura educativa de las universidades, cambiar los contenidos curriculares de los programas, cambiar los contenidos curriculares de las asignaturas; tenemos que decir a los jóvenes que piensen de otra manera, no de la misma manera con que hemos trabajado durante estos 50 años, porque los resultados son evidentes.

Yo entiendo muy bien que Napoleón en su momento tuvo que hacer un cambio sustancial en la educación de Francia, y que convocó todo el movimiento de la educación profesionalizante de comienzos de siglos. El mundo se debatía en universidades metidas por allá en las murallas de los conventos y cosas de esas, hablando de cosas estrambóticamente altas; y resultó que Napoleón dijo: “¡No, las universidades tienen que producir, tienen que generar conocimiento, tienen que generar riqueza, tienen que ser benéficas para los pueblos!” Y nació todo el movimiento que le copió, el movimiento de Córdoba en Argentina, que ha subido como un incendio por toda América Latina en estos últimos 50 años, y llegó a Centroamérica y cambió todo.

Entonces pasamos de una universidad totalmente aislada, privilegiada, a una universidad totalmente práctica; pero me temo que nos pasamos… nos pasamos… Pasamos a una universidad que propone esencialmente la ganancia, el lucro y la economía, y sacrifica profundamente los valores que han dicho en todos los idiomas los antecesores de mis palabras.

¡Aquí hay que trabajar en valores! ¡No hay otra oportunidad! ¿Por qué? Porque si no trabajamos en valores, desperdiciamos el poder ¿de qué…? El poder del más importante de los recursos del ser humano, que es su mente. Necesitamos trabajar el cambio mental de las personas; y eso es, ni más ni menos que meternos con la cultura, tenemos que construir otra cultura, y construir una cultura es cosa de 20 – 25 - 50 años, pero es que la paz no la construye uno en dos días.

¿Ustedes qué creen, que Suecia tiene paz porque la comenzó a construir hace dos años? ¡Suecia tiene paz porque toda la vida ha trabajado en la cultura de la paz! Se proscribe la agresión, se proscribe los malos comportamientos, se proscribe la falta de ética, se - se… yo pregunto: Si uno de los valores más importantes del ser humano, que lo distingue esencialmente de otras especies, que es el amor, ¿de dónde, de la noche a la mañana se volvió motivo de burla en las universidades hablar de amor? Cuando estamos hablando del sentimiento esencial del ser humano, cuando las universidades debieran privilegiar lo más importante del ser humano, que es el amor. ¿Por qué tenemos que proscribir el amor en las universidades, y por qué nos tenemos que burlar de eso? Ese es el primer cambio cultural que hay que hacer. Necesitamos cambiar fundamentalmente los modelos.

La paz es un recurso profundamente civilista, la paz es civilista, de la sociedad civil. Los señores militares tienen una función fundamental en la defensa, eso no se puede despreciar; ¡pero la paz no se le puede dejar a los militares! La paz es un tema que tiene que decir la sociedad civil cómo se hace; y la entidad que tiene todo el recurso mental a través de la investigación, la docencia y la extensión, es la universidad; de manera que la universidad es la primera responsable de crear el sentimiento de paz, ¡y en un sentimiento de largo, larguísimo aliento!

Cuando uno se mete a educar, yo le decía a mi colega de Colombia, abogado, esta mañana: si usted se mete a educar usted tiene que saber que de lo que siembre hoy, al menos pasarán cinco años para que usted lo vea actuando en la sociedad, porque es que cinco años dura el muchacho en la universidad. De manera que usted educando no puede pensar en el corto plazo, tiene que pensar es en el largo y larguísimo plazo.

De manera que esa es una manera… eso significa que si nos metemos a hablar de paz, tenemos que meternos la mano en el bolsillo... para poder financiarla. Es la verdad. Sin plata no hay paz. Es profundamente civilista la paz.

Usted mira las definiciones. Hay una que me gusta mucho, de varios autores, le digo: Alterquien, al obispo Cámara, he leído a muchos, a Gandhi, los grandes pacifistas. Dice: “La paz es un manantial de serenidad, de alegría, de tranquilidad; es como entrar en un oasis de luz y de amor. Consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar las causas de los problemas, y buscando las soluciones mediante el diálogo y la negociación”.

Dense cuenta que la paz toca cosas supremamente profundas, la raíz de la conformación misma del ser humano.

Entonces, si eso es la paz, tenemos que ir a las razones fundamentales que nos hacen diferentes de los animales. ¿Qué es lo que hacen los seres humanos? Pues que tenemos posición erguida, que nos agrupamos en asociaciones productivas, que nos organizamos en métodos complejos de producción y de vivienda, en fin… pero lo que hace humano al ser humano es su capacidad de abstraer, de generar pensamiento. De manera que los seres humanos sí podemos construir la paz desde la mente.

En la medida que somos más violentos y nos parecemos a las sociedades más bárbaras, nos estamos posicionando. Los países tienen que decidir, en una vocación directa, si quieren la paz o quieren la guerra; si nos parecemos a los primitivos o nos parecemos a los civilizados; porque un componente importantísimo de la paz es el comportamiento individual.

Los seres humanos somos únicos e irrepetibles, es una posición personalísima decidir si estoy con la guerra o si estoy con la paz. No le puedo echar la culpa a los demás de no haber elegido el camino de la paz. Cuando yo tomo o propicio la guerra, estoy tomando una decisión personal que me hace responsable ante la vida, por haber tomado esa decisión. El individuo tiene una cosa gravísima que decir ahí. La guerra no es el colectivo, como se dijo, los nazis; la guerra surgió porque los nazis decidieron, individualmente, hacerla. Siguieron como borregos lo que les dijo “el jefe”, cuando éticamente debieron haber tomado una posición defensiva de la especie. Y no como ocurrió.

Las guerras nacen de las mentes de los hombres; entonces en la mente de los hombres hay que generar los baluartes de la paz.

Algo delicado, que no sé cómo lo puedan entender: Nadie es dueño de la paz, todos somos dueños de la paz. La paz es el camino, no es un fin; la paz es el camino. Y como nadie es dueño de la paz porque todos somos dueños de la paz, tenemos que ser supremamente cuidadosos de dejarle la paz a los políticos; tema gravísimo en Colombia… tema gravísimo en Colombia.

Los políticos no son los dueños de la paz, los políticos no se pueden apropiar de la paz. La paz es un bien colectivo, de toda la comunidad. De manera que tratándose de algo tan delicado como la paz, son los políticos los que tienen que acatarla, y son los políticos los que tienen que subordinarse a la paz, y no al revés. ¡No podemos permitir que nos la sigan dosificando para seguir ganando plata! La paz tenemos que apropiárnosla la sociedad civil.

Con esto no estoy yendo contra ningún partido político, pero en Colombia tocó hacer una segunda vuelta en la elección presidencial para que ganaran la mitad de los colombianos que quieren la paz, contra los que no la querían. Así de fácil. Tocó que fuera el mandato de las mayorías la que obligara a los políticos a ejecutar el tema del mandato de la paz.

¡Ojo con los políticos! Así como hay que apoyarlos cuando desde su visión honesta quieran apoyar la paz, también tenemos que olvidarlos, dejarlos de lado, cuando vengan con la miseria de sus alabanzas a la guerra escondidos tras un montón de cosas… calumniando, falseando las cosas, disparándole a la paz desde los rincones menos apropiados del mundo.

Muy bien. Quiero terminar. Gasté 66 años de mi vida, de los cuales llevo trabajando 45 en el sector rural. Y yo estoy convencido que no hay una paz rural. Es casi un slogan decir que la paz nacional pasa por la paz rural, y que el día que se pacifique el campo se pacifica Colombia. Yo no creo en eso. No hay sino una sola paz y es la paz nacional. Lo que hay que cambiar rotundamente es la concepción de lo rural frente a la concepción de lo urbano.

Desgraciadamente nacimos de las escuelas norteamericanas. Me acuerdo bien del presidente López cuando hablaba con su Chicago Boys, de que había que hacer el tema de la visión neoliberal del desarrollo, que había que privilegiar el individualismo, que había que privilegiar el ingreso, que el triunfador era el que ganaba más y que el que no ganaba o pensaba en lo social, era un perdedor. Eso era en resumen la visión; y entonces el que más plata tenía, mandaba más. Pues… ahí están las consecuencias, 50 años después. Es clarísimo que el mensaje está malo.

De manera que con esa visión apareció una definición terrible de qué era lo rural, de qué era lo campesino; y decían… y yo lo aprendí, yo soy médico veterinario, estudié algo de economía pero soy médico veterinario esencialmente; y me decían mis profesores: es que el papel del sector rural es la generación de materias primas, mano de obra barata y alimentos baratos para la ciudad. ¡Era la receta! Y con esa receta trabajamos sembrar paz y - perdón, trabajamos en el programa de extensión y trabajamos todo lo que digo que ha sido un fracaso desde el punto de vista de resultados; porque meter la plata como único objetivo del desarrollo rural es un error monumental. Le metíamos diez millones de dólares cada año a este proyecto, y la tasa de incremento de la riqueza sí subía, un 5%, un 7%, 13%, pero esa plata en medio de los campesinos no se iba a bienestar y muchísimo menos al mejoramiento del nivel de vida y muchísimo menos a temas de felicidad, y a través de la felicidad: a la paz. ¡No es así! Por eso hablo con tanto énfasis; porque después de haber vivido mi vida creyendo que mejorando el ingreso se mejoraba la paz… ¡eso es una gran mentira!

El ingreso genera más deseo de más ingreso, y el que tenía una finca quiere tener dos y tres y cinco pero sigue viviendo en pisos de tierra, y no quiere comprarle el vestido y no quiere comprarle la educación a la mujer y a los hijos. ¡Quieren tener más!

Entonces el ingreso en sí mismo no es el asunto. Por eso protesto desde la raíz, que si seguimos con planes de estudio dedicados exclusivamente a la generación de riqueza, estamos ‘manfifios’ y no trabajamos por la paz.

Universidades con interés en la promoción de la paz. Eso es una categoría muy grande para esta conferencia. Qué pena con ustedes, aquí es un dicho general, en generalidades, de que las universidades están todas interesadas en la paz. Eso no es cierto. No es cierto. Me alegra mucho oír al Politécnico que esta mañana habló sobre sus programas de Ciencias Humanas y de formación de valores humanos; pero eso no es lo que ocurre en la mayoría de los Politécnicos. En la mayoría de los Politécnicos se privilegian las herramientas que generan riqueza. De manera que ojalá que a raíz de estos movimientos que está proponiendo la Embajada Mundial para la Paz, a raíz de todo esto comencemos a pensar en serio: ¿qué es lo que le vamos a llevar a nuestros estudiantes, qué es lo que vamos a hacer?

Entonces, yo digo: el más importante de todo es el concepto de lo humano (ya lo dije); el siguiente: el concepto de la cultura.

La cultura es el indicador fenomenal de cualquier comunidad humana. Hay que trabajar desde la cultura. La cultura apoya o niega las posibilidades de paz, y el cambio de la cultura (también lo dije ya) es un cambio lento pero es supremamente eficiente.

Cuando uno trabaja en la cultura, hay que hacer un profundo diálogo respetuoso con las comunidades locales. De manera que es importantísimo saber que si usted se mete con el tema de educar para la paz, está nada más ni nada menos que apuntándole tal vez al valor más importante que tiene la sociedad como tal. De manera que no es una disposición menor. Y las universidades como la mía, que estamos comenzando a trabajar por la paz, a pesar de que ya llevamos proyectos que llevan 18 años, como el que estamos haciendo de sembrar paz; estamos hasta ahora en los primeros pasos del camino. Porque las universidades comienzan con cosas simples: con un seminario, con una conferencia, invitan a Soto a que diga, hable aquí la paz, y no sé qué cosa, hacemos seminarios como estos; pero la verdadera razón que justifica que una universidad se llame Universidad por la Paz es cuando se mete con el PEI, cuando interviene el Proyecto Educativo Institucional, ya esas son palabras mayores.

Yo estoy tratando de hacerlo; hace ya 8 años que llegué a la rectoría, y lo he logrado parcialmente. Y para desgracia, tengo que decirlo, la dificultad más grande surge de mi misma junta directiva. No es fácil cambiar el paradigma, no es fácil.

El concepto de los deberes. ¡Magnífico! Hemos prosperado muchísimo, en los jóvenes, en explicarle los deberes; pero no hacemos lo mismo en el de los derechos. De manera que deberes y derechos tienen que ir cogiditos de la mano. Ustedes no pueden decirle a los jóvenes que tienen derecho a todo si al mismo tiempo no se comprometen con sus deberes.

Y hablábamos de los derechos humanos, doctora, es que eso es… ¿Usted cómo entiende una universidad que está trabajando para la formación de seres humanos, donde no se enseñen derechos humanos? ¡Y es que la gente cree que el tema de los derechos humanos es solamente de la Facultad de Derecho! (¡Noo! jeje) El tema de los derechos humanos está en la Facultad de Ciencias Agrarias, está en la Facultad de Ingeniería, está en la Facultad de Economía, está en la Facultad de Artes. Eso tiene que ser - mire, he tenido profesores en la universidad que me dicen que yo no puedo obligarlos a que piensen en paz… Oigan lo que me contestó ese profesor, que yo no tenía por qué volverme defensor del presidente Santos que hablaba por la paz… Yo no estoy defendiendo a Santos, porque yo no estoy hablando de un programa de Gobierno. Santos tiene 4, 5 años, yo llevo 20 años en este paseo… De manera que ese profesor estaba convencido que porque hablábamos de paz, estaba defendiendo al Gobierno. ¡Imagínese eso! Es increíble que haya profesores que crean que hablar de paz es un problema. Y hay otros que también dicen abiertamente, que hablar de equidad es peligroso. ¡Qué tal eso! Un profesor universitario que le dice a uno que hablar de equidad es un tema peligroso.

La inclusión, la exclusión, ya lo hemos hablado aquí; la justicia social… la fraternidad, el compañerismo… ¡uish…! Esa visión individualista del modelo capitalista con el que estamos trabajando hace… ese capitalismo que llamamos “salvaje”. Tenemos que quitarle lo salvaje. Podemos trabajar el sistema capitalista como es, que está bien diseñado: el derecho a la propiedad privada, todo eso es bienvenido; ¡pero quitémosle lo salvaje! Porque esa expoliación de los recursos terminará generando situaciones de violencia y de contradicción, y más guerra, no más paz.

El tema de la fraternidad y el tema de la bondad son temas muy graves. A los jóvenes no se les está enseñando a ser buenos, no se les está enseñando a ser buenos; es más, se burlan de ellos cuando toman posiciones de bondad; porque el modelo dice que el triunfador es el que más gana, y el que más gana no es el más bueno; bueno, el más bueno para ganar… pero no el más bueno para comportarse como seres humanos.

La generosidad y el atruismo. Yo pregunto: en cuáles universidades de las nuestras, que están interesados en promocionar la paz, realmente promocionan la generosidad y el altruismo. ¡Esas son cosas de fondo, donde hay que ir a la cultura! Y un profesor puede hacer un modelo colectivo o un modelo individualista en su poema de econometría. Si el tipo quiere puede meter a esos muchachos por trabajo en equipo y colectivo; o los puede meter a un modelo donde solamente él triunfe y le gane a los demás; y en esos modelos está formando para la paz o para la guerra; porque lo forma individualista, le está dando ese elemento para que segregue, para que excluya, para que no incluya.

Solamente quisiera dos cosas, dos palabras más… Colombia está viviendo un momento muy complicado en el tema de la construcción de la paz. Ojalá que en los otros países que todavía no han entrado en guerra, se entienda lo que yo quiero decir… que es mejor prevenir que tener que después… es mejor prevenir, invertir recursos en construir la paz antes de que llegue la guerra, a después tomar posiciones remediables, después que la guerra apareció; pero cuando se están construyendo los procesos de paz es un paso indispensable que hay que dar, pero uno ve con angustia cómo se le exige a la paz más de lo que puede dar.

Se dice: “Hay que hacer la reconciliación”, como acabó de decir mi colega de Sucre allá en Colombia. Hay que hacer la conciliación, pero al mismo tiempo se le pide a las víctimas que al mismo tiempo estén perdonando. ¡Hombre! Con que la gente aceptara dar el primer paso, que es reconciliarse, habríamos ganado el 70% del camino.

Reconciliarse es volver al punto donde inició el conflicto, volver a ceros. Yo creo que para la generación de una víctima o la vida útil de una víctima, el hecho solo de reconciliarse será suficiente; ojalá que podamos lograr que perdonen, ojalá; y ojalá si en las dos o tres generaciones después logremos que olviden; pero usted no le puede pedir reconciliación, perdón y olvido a la misma generación.

De manera que esto hay que ir con paciencia. La paz se construye con paciencia y con muchísimo, muchísimo amor. Muchísimas gracias.